Mire a los ojos a la mosca del
vinagre. Verá el abismo de 700 millones de años de evolución que les separa.
Mírela otra vez y recuerde: ese insecto y usted son iguales en esencia. Desde
comienzos del siglo pasado, la investigación con Drosophila melanogaster ha
desvelado las claves de una biología compartida. En ella se observó por primera
vez que los cromosomas contienen la herencia genética que se transmite a los
hijos, o que los rayosX son cancerígenos. Fáciles y baratas de criar a miles,
las moscas también han permitido llevar a otro nivel nuestro conocimiento de la
división celular descontrolada que caracteriza al cáncer. “Si uno entra en la
biblioteca de cualquier hospital y retira los
libros basados en estudios previos en drosophila, se quedaría vacía” resalta
Cayetano González, investigador del Instituto de Investigación Biomédica de
Barcelona (IRB).
González es uno de los organizadores
del congreso “Drosophila como modelo del cáncer”, que esta semana ha reunido a
150 expertos internacionales en este campo. En general, el mensaje es que tras décadas
siendo clave para la investigación básica, la drosophila permite ya
investigaciones con aplicaciones más directas en la medicina.
Una de las más llamativas es la de
Ross Cagan, que desarrolla “ejércitos” de moscas avatar para intentar
salvar vidas humanas. Aunque normalmente las moscas no viven lo suficiente como
para desarrollar tumores, sí lo hacen si se les introducen los genes humanos
que promueven su aparición. Así se crean insectos transgénicos. Los de Cagan desarrollan
tumores con entre cinco y 15 mutaciones humanas detectadas en el paciente. “Lo
que estamos viendo es que cada avatar reacciona de forma diferente a las
drogas, algo que también se ve en los ensayos clínicos [con pacientes]”,
explicaba Cagan el lunes durante un receso del congreso. “Uno de nuestros
objetivos es asumir la complejidad del cáncer” y por eso, “en vez de encontrar
qué tienen en común los diferentes avatares, lo que intentamos es desarrollar
cada vez más”, detalla el investigador de la Facultad de Medicina Icahn del
Hospital Monte Sinaí (EE UU). Este tipo de investigación, como todas las
presentadas estos días en Barcelona, sería imposible sin la mosca del vinagre.
En el laboratorio, cada 10 días surge una nueva generación con miles de individuos,
que comparten con los humanos en 60% de sus genes. Esto permite usar las moscas
para probar un elevado número de compuestos de forma muy rápida. Una vez secuenciado
el tumor del paciente, Cagan usa un programa informático para rastrear una base
de datos con 1.200 fármacos ya aprobados por la FDA, la Agencia del Medicamento
de EE UU, en busca de combinaciones de dos o tres compuestos. Juntos pueden
tener el efecto anticancerígeno que no tienen por separado en los pacientes.
Las encargadas de comprobarlo son las moscas avatar, de las que se pueden obtener
"infinitos" especímenes. Hasta ahora, se habían usado ratones como
avatares para buscar un sólo fármaco más adecuado al perfil del paciente. El
investigador del Monte Sinaí lo lleva un paso más allá con cócteles de varias
moléculas, algo que sería “demencial” en ratones por la cantidad de animales
necesarios y las dificultades técnicas, reconoce Cagan. Se trata de un proyecto
"aún muy experimental" que persigue dos objetivos. El primero, crear “ejércitos
de avatares” que representen a cientos o miles de pacientes. Por ahora va
“bastante avanzado” y cubre cáncer de colon, tiroides, pecho, páncreas y
pulmón, explica Cagan. El segundo, comenzar un ensayo clínico para probar los
nuevos cócteles de fármacos en un reducido grupo de enfermos. Las pruebas se
realizarán en Centro de Terapia Personalizada del Cáncer del Monte Sinaí, que
se creó hace unos meses y que dirige el propio Cagan. “Esperamos tener los
primeros resultados en un año”, resalta.
TinTin Su, investigadora de la
Universidad de Colorado, ha presentado en Barcelona sus últimos trabajos aún no
publicados. En ellos describe una nueva molécula que impide que las células de
la drosophila se regeneren tras recibir dosis de radiación. El objetivo es
usarla para impedir de forma selectiva que las células tumorales se recuperen
tras las sesiones de radioterapia en los pacientes. La molécula “ya ha mostrado
ser efectiva en modelos animales y células humanas y esperamos empezar a
probarla en pacientes en dos años”, resalta Su. La investigadora opina que los
estudios con moscas ya están contribuyendo a salvar vidas humanas. Como prueba
cita el primer fármaco contra el cáncer medular tiroideo, cuya efectividad fue
descubierta por Cagan usando drosophila. La molécula fue rescatada por
AstraZeneca y la FDA aprobó en 2011 para tratar tumores avanzados. Traslación España
“tiene una escuela de investigación con drosophila que es líder mundial”,
explica Marco Milán, coorganizador del congreso,
financiado por la Fundación BBVA. “En especial, la filosofía para usar la mosca
para entender procesos a nivel genético ha tenido un enorme desarrollo”, añade.
El pionero, en la década de 1960, fue Antonio GarcíaBellido, hoy profesor
honorario del CSIC. En la actualidad, Cayetano González dirige uno de los
programas más importantes en este campo, el proyecto Fliescan (las moscas
pueden, en inglés). Se trata de una búsqueda de nuevos inhibidores del crecimiento
tumoral y nuevas claves genéticas del cáncer que no sería posible sin la
versatilidad de la drosophila. El proyecto está financiado con unos 2,5
millones de euros en cinco años por el Consejo Europeo de Investigación y ya ha
secuenciado unos 70 genomas completos de cáncer en moscas. Este trabajo ha
ayudado a identificar nuevas proteínas esenciales para el crecimiento tumoral y
sus descubrimientos pueden aplicarse a la búsqueda de tratamientos contra la
microcefalia o los riñones poliquísticos, explica González. Norbert Perrimon,
de la Facultad de Medicina de Harvard (EEUU), es uno de los investigadores más prestigiosos de la drosophila. Estos
animales miden dos o tres milímetros lo que hace relativamente fácil probar en
organismos vivos, y no en cultivos celulares, la efectividad de 6.000
moléculas. Este trabajo, publicado por su equipo en 2014, detectó varios
compuestos no caracterizados que pueden ser prometedores. Gracias a las
drosophilas, Perrimon también ha identificado este año la molécula que causa la
caquexia, el progresivo debilitamiento corporal que sufren los enfermos de
cáncer y que es responsable de un tercio de las muertes de pacientes con
tumores avanzados. Pero, por ahora, todo el conocimiento básico amasado en este
campo durante décadas apenas ha servido para desarrollar nuevos fármacos, en
parte porque aún “no sabemos atacar la complejidad del cáncer”, advierte el experto.
Uno de los mayores retos para los próximos años será mejorar esa traslación del
laboratorio a los hospitales. “Las nuevas herramientas que tenemos nos permiten
hacer preguntas apasionantes y creo que en los próximos años vamos a ver muchos
más resultados prácticos”, señala.
FUENTE: El País
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