lunes, 23 de noviembre de 2015

Hay luz al final del bisturí


En el año 2004, el Dr. Richard Ellenbogen pasó casi 20 horas seguidas operando el tumor cerebral de una chica de 17 años. Al final, confundiéndolos con tejido cerebral sano, dejó restos tumorales considerables sin extraer. El cáncer regresó menos de un año más tarde y la joven falleció.

La misma semana en que murió la chica, Ellenbogen presentaba su caso en la reunión semanal de su equipo en el Hospital Infantil de Seattle. Frustrado, afirmó: "Tiene que haber una forma de extraer una mayor cantidad de tumor y de respetar más cerebro sano". No conseguía sacudirse la sensación de haber podido extraer aún más tejido tumoral. Ellenbogen se enfrentaba entonces a un dilema: si retiraba más tejido y eliminaba más tumor, arriesgaba arrastrar más tejido sano consigo y dejar a la chica gravemente discapacitada. Los neurocirujanos han de ser agresivos y alcanzar a menudo distancias y profundidades más allá de su zona de confort, pero sin perder nunca de vista el precepto bajo el que operan: "La prioridad es no hacer daño".

Los primeros casos registrados de cáncer mostraron cómo, ya en el antiguo Egipto, se utilizaba la cauterización (quemando el tejido y sellando las heridas con instrumentos al rojo vivo) para destruir tumores y tratar una variedad de infecciones, enfermedades y lesiones sangrantes. Hasta mediados del siglo XVIII, la cirugía era la única opción eficaz para hacer frente a diversas condiciones. Esto era, como demuestra el caso de Madame Frances d'Arblay (una novelista inglesa residente en París) muy complicado y doloroso.

Antes de la operación, en 1811, el médico de d'Arblay optó por no ocultarle el dolor extenuante al que se enfrentaría durante su tratamiento; una mastectomía sin anestesia contra su avanzado cáncer de mama. "Debe usted saber que va a sufrir. No voy a engañarla: sufrirá; ¡sufrirá mucho!". D'Arblay lo describió más tarde: "Cuando el terrible acero se hundió en mi pecho, atravesando venas, arterias, carne y nervios, no necesité que me dieran permiso para dar rienda suelta a mi llanto: comencé un grito que duró imparable todo el tiempo de incisión... Sentí el aire como una masa de puñales, diminutos pero afilados, que iban rasgando los bordes de la herida”. Aun así, la operación fue un éxito y d'Arblay sobrevivió otros 29 años.

En 1846, la introducción del éter como anestésico acabó con el dolor. Tal fue su impacto que los siguientes cien años se conocerían como “el siglo del cirujano”. A pesar de ello, todavía hoy, en el siglo XXI, un neurocirujano cuenta con poco más que su vista y su tacto para guiarlo en la extracción de tumores.

Las diferencias entre células normales y cancerosas son a menudo tan ínfimas que parecen prácticamente indistinguibles. Según Ellenbogen, dentro de la masa blanda y gelatinosa del cerebro, las células tumorales pueden parecer "trozos de fruta en gelatina". Los tumores cerebrales suelen ser ligeramente más firmes y mostrar una textura ligeramente más correosa. Aunque, también a veces, el tumor tiene la misma textura que el tejido cerebral. Uno podría distinguirlos por el color, pero incluso entonces la diferencia puede ser mínima. Ellenbogen nos habla de un paciente cuyo tumor era apenas distinguible del resto del cerebro, salvo por una pizca de amarillo en las células tumorales.

Existen varias tecnologías de imagen que permiten a los cirujanos ver el interior del cuerpo antes de cortar, la mayoría fueron diseñadas para ayudar con el diagnóstico del cáncer. El ultrasonido, que obtiene sus imágenes haciendo rebotar ondas sonoras de alta frecuencia en las estructuras internas del cuerpo, fue estrenado en 1942 por Karl Dussik, un neurólogo de la Universidad de Viena que trataba de localizar tumores cerebrales imitando, en esencia, el método que utilizan los murciélagos para volar en la oscuridad. El 1 de octubre de 1971, la primera tomografía computarizada (TC) de rayos X ayudó a identificar un tumor del lóbulo frontal, mediante la producción de imágenes de corte transversal del cerebro del paciente. Las tomografías computarizadas son muy efectivas a la hora de representar materiales densos como la sangre o el hueso, por lo que los cirujanos se sirven de ellas cuando, por ejemplo, están preocupados por una hemorragia cerebral, un trauma que haya podido dañar el hueso, o bien tumores en los que los huesos hayan podido verse afectados.

Una técnica que se usa con frecuencia en la obtención de imágenes internas del cuerpo, especialmente de tejidos blandos como el cerebro, es la resonancia magnética (RM). Mediante una combinación de ondas de radio y un poderoso campo magnético, la RM proporciona información sobre el lugar donde se encuentra el tumor y cómo encaja éste con respecto al resto de las estructuras importantes del cuerpo. Una versión más en tiempo real, la llamada RM funcional, se ha utilizado también para tratar de bosquejar las zonas sobre las que es seguro operar, y ya que estas exploraciones pueden definir más o menos qué áreas del cerebro se verán afectadas según su función, los cirujanos pueden ofrecer a los pacientes una mejor idea de lo que cabría esperar durante el proceso recuperación.

La RM funcional se utiliza, cada vez con más frecuencia, en combinación con la RM intraoperatoria, una técnica desarrollada hace unos 20 años con la que se toman imágenes a intervalos durante la cirugía, para comprobar el progreso del procedimiento. Esto contribuye a reducir el riesgo tanto de cirugías dañinas como incompletas, asegura Conor Mallucci, un neurocirujano pediatra, asesor en el Hospital Infantil Alder Hey en Liverpool, Reino Unido, y añade: "La tasa de retorno a quirófano por errores quirúrgicos debería ser igual a cero".

Es cierto que estas técnicas han mejorado mucho las cosas, pero, aun así, todavía siguen sin ser lo suficientemente precisas, sobre todo en lo que a tumores cerebrales se refiere. Cuando se trata de cirugía oncológica todavía seguimos "en la Edad Media", asegura el oncólogo Jim Olson. "Si nos fijamos, la tasa de personas que descubren que tienen cánceres de tamaño considerable, aun después de cirugía, es alarmantemente alta -en algunos tipos de cáncer, como el cáncer cerebral, puede llegar al 50%. Y en otro tipos de cáncer, tan habituales como el cáncer de mama, se alcanza el 30%".

Olson muestra mayor entusiasmo por las imágenes por fluorescencia, una técnica que, literalmente, ilumina los tumores para que el cirujano pueda verlos. Y no estamos hablando tan solo de potencial: su eficacia ya ha sido probada para orientar a los cirujanos mediante imágenes en tiempo real.

El 5-ALA, también conocido como Gliolan, es un colorante que bajo luz ultravioleta ilumina de rojo las células tumorales del cerebro. El paciente ingiere la sustancia entre 3 y 4 horas antes de su cirugía, para dar tiempo a que se acumule en las células tumorales. Aunque está autorizado en Europa desde septiembre del 2007, aún sigue en espera en EE.UU., donde está siendo sometido a ensayos clínicos. Por el momento, la Food and Drug Administration norteamericana ha rechazado su aprobación en base a que el ensayo original no medía la supervivencia global como baremo principal de éxito.

"Creo que es importante que los cirujanos dispongan de técnicas quirúrgicas que localicen el lugar donde la enfermedad ha de ser eliminada [y], lo que aún es más importante, que les ayuden a distinguir las zonas a evitar y preservar", asegura el Dr. Colin Watts del Departamento de Neurocirugía de la Universidad de Cambridge. Watts lidera un ensayo que busca descubrir si el 5-ALA también podría actuar como dispositivo de entrega para un fármaco quimioterápico (la carmustina), que podría ser implantado en el vacío dejado tras extirpar un tumor, para eliminar las células tumorales que sobrevivan a la cirugía.

Las imágenes por fluorescencia podrían servir para que los cirujanos identifiquen el tejido a cortar, como los tumores, y el tejido a evitar, como los vasos sanguíneos y los nervios. Las imágenes también servirían para determinar si un tumor debe ser operado y, si fuera necesario, qué tipo de terapia de seguimiento - quimio o radio – haría falta. Esta información adicional facilitaría una mejor toma de decisiones, tanto para cirujanos como para pacientes, a la hora de escoger tratamiento.

El campo de la cirugía guiada por imágenes de fluorescencia ha sido testigo de una explosión de ensayos clínicos de prueba de concepto en los últimos años. Sin embargo, hay un método que podría resultar todavía mejor que el 5-ALA, y que ya ha tenido una gran repercusión tanto sobre la comunidad científica como sobre los medios de comunicación. Se trata de la pintura tumoral.

Iluminar el cáncer
Jim Olson todavía recuerda cuando se rieron de él. Corría 1989 y él defendía su tesis doctoral ante el tribunal evaluador de la Universidad de Michigan. Cuando le preguntaron por sus objetivos futuros, Olson contestó: “Me gustaría, cuando consigamos introducir radiación en los tumores y realizar una exploración con TEP, dar con el modo de iluminar el cáncer para que los cirujanos puedan verlo mientras operan”. Los profesores se mofaron: “Muy bien, Buck Rogers” soltó uno de ellos, “ahora en serio ¿qué planes tienes?”.

La tomografía por emisión de positrones (TEP) utiliza trazadores radiactivos para localizar células cancerosas. A diferencia del ultrasonido o la tomografía computarizada, detecta diferencias en el tejido basadas no en su estructura, sino en función de sus cambios metabólicos – como la absorción de azúcar. Esto puede ayudar a diferenciar los tumores vivos de los tratados, o de aquellos que agonizan. Sin embargo, los cirujanos son reticentes a utilizar esta técnica por considerarla demasiado contundente, e incapaz de obtener detalles precisos. Además, su uso tampoco es recomendable en niños pues la radiación podría afectar a sus cuerpos y cerebros en crecimiento, y contribuir a que más adelante desarrollen otros tipos de cáncer.

Lo verdaderamente revolucionario, sobre todo para los niños con cáncer, sería dar con un método preciso y libre de radiación que buscara células cancerígenas directamente. Esto fue lo que consiguió que se iluminaran los ojos de Jim Olson en el 2004, sentado al otro lado de la mesa de Richard Ellenbogen, en un encuentro en el Hospital Infantil de Seattle.

El cáncer puede aparecer a cualquier edad. Los tumores cerebrales y del sistema nervioso central son los cánceres más comunes en menores de 19 años. Solo en EE UU se diagnostican, cada año, cerca de 16.000 nuevos casos de cáncer en menores de 20 años; esto es uno de cada 285. Además, más de una cuarta parte tendrá un tumor cerebral. La eliminación completa mejora las posibilidades de supervivencia en la mayoría de los tumores cerebrales infantiles. Olson ha diagnosticado cánceres en bebés con un solo día de vida; a algunos incluso antes de nacer.

Lo más difícil de ser oncólogo, asegura Olson, es tener que decirle a un padre - por no hablar del niño - que el cáncer ha vuelto. "Una cosa es decir: 'Su hijo tiene cáncer y este es el plan, y esto es lo que cabe esperar'. Y otra cosa es empezar la conversación diciendo: ‘Su hijo tiene un cáncer recurrente, y es extraordinariamente difícil que sobreviva a esto...’ Tiene uno que prepararse simultáneamente para la muerte y para el milagro".

No hubo tal milagro para Violet O’Dell. Esta niña de 11 años tenía un tumor grande y extremadamente raro. El cáncer se había entrelazado con los nervios sanos de su tronco cerebral, la parte más baja del cerebro, que conecta éste con la médula espinal, y tiene su función en tareas tan básicas como la respiración, el ritmo cardíaco y la presión arterial, o en actos reflejos como el tragar. Era imposible extirpar el cáncer sin matarla.

“El día del diagnóstico fue aterrador”, nos cuenta Jess, la madre de Violet, “pero al mismo tiempo también se dio una especie de alivio: nos hizo sentir algo así como un ‘vale, ya sabemos qué está pasando’”. Violet había empezado por quedarse dormida en clase; el primero de toda una serie de extraños cambios en su conducta. “Llevábamos meses lidiando con un comportamiento extraño, una actitud beligerante, llena de torpezas y dificultades del habla... Yo no dejaba de decirle a la gente que no sabía por dónde andaba. Quienquiera que fuera, aquella no era mi Violet”. Después de seis meses de indagaciones, dimos con el tumor gracias a una resonancia magnética. Fue Olson, en el Hospital Infantil de Seattle, quien hizo el diagnóstico.

Olson recuerda la conversación que mantuvo con Violet cuando vino a visitar su laboratorio. Unos días antes, había visto un corazón en el carnet de conducir de su madre, símbolo del donante de órganos. Violet le preguntó si podría también donar sus órganos, pero Jess no supo qué contestar, por el cáncer.

Violet, que tenía entonces d0 años, comprendía que su tipo de cáncer era inoperable; sabía que iba a morir. Después de reunirse con el equipo de Olson, quienes le hablaron de su trabajo, quiso saber qué se estaba haciendo para estudiar la tipología de su tumor; una pregunta que pondría en un aprieto a cualquier médico. Olson le explicó que era muy difícil, porque los investigadores no disponían de materiales –tumores- con los que trabajar. La niña respondió: “Cuando muera quiero que me hagas una autopsia, que cojas mi tumor y lo introduzcas en ratones, para que puedas estudiar mi cáncer y puedas ayudar así a otros niños que lo padezcan en el futuro”.

Violet murió en casa de sus abuelos un año más tarde, rodeada por su familia y sus mascotas: un cachorro, dos labradores y un gato. Un par de semanas tras su muerte, Olson honraría su memoria llamando Violet a un nuevo proyecto. Su intención era revolucionar la cirugía oncológica con un medicamento de origen inusual.

Células pegamento
El cáncer nunca habría despertado el interés del Profesor Harald Sontheimer, de la Universidad de Alabama. Si no fuera porque proviene de sus células favoritas, las células gliales -un tipo de célula del sistema nervioso a partir del cual se desarrollan la mayoría de tumores cerebrales– lo más probable es que no se dedicara a su estudio.

En principio se pensaba que las células gliales servían, sencillamente, para mantenerlo todo unido (el término 'glia' se deriva de la palabra griega para "pegamento"), pero hace unos 30 años que los científicos descubrieron que hacen mucho más que eso. Además de rodear a las neuronas y mantenerlas en su sitio, las células gliales poseen otras tres funciones principales: administrar nutrientes y oxígeno a las neuronas, mantenerlas aisladas unas de otras, y deshacerse tanto de los agentes patógenos como de las neuronas muertas. También contribuyen a mantener la barrera hematoencefálica, que filtra las sustancias antes de que alcancen el cerebro, además de desempeñar un papel en la regulación, reparación y regeneración del tejido tras una lesión.

Existen cerca de 130 tipos diferentes de tumor cerebral; el más común, conocido como glioma, se desarrolla a partir de las células gliales. En 1995, Sontheimer y su equipo se interesaron por los tumores derivados de las células gliales. Habían descubierto que los canales de cloruro - mecanismo clave de las células - estaban de alguna manera involucrados en los tumores invasores del tejido cerebral. Experimentaban con sustancias que pudieran bloquear estos canales de cloruro, y de entre ellas, la más eficaz, con mucho, era la clorotoxina, una sustancia aislada a partir del veneno del escorpión “Deathstalker”.

El Deathstalker es uno de los escorpiones más mortíferos del mundo. Puede encontrarse en regiones áridas y desérticas del norte de África y Oriente Medio, El escorpión palestino amarillo (o escorpión del desierto israelí, como también es conocido) mide tan solo entre 8 y 10 centímetros de largo, pero es capaz de matar criaturas de mil veces su tamaño. En humanos, la picadura del escorpión puede provocar un dolor insoportable, convulsiones, parálisis y, en según qué casos, incluso la muerte (por insuficiencia respiratoria o cardíaca). En la mayoría de casos, los afectados sufrirán un dolor extremo en la zona de la picadura, acompañado de somnolencia, fatiga, y fuerte dolor de cabeza y articulaciones. Algunas veces, los síntomas podrían persistir meses, debido al potente veneno del escorpión, una mezcla de neurotoxinas – los venenos que actúan sobre el sistema nervioso – entre las que encontramos la conocida como clorotoxina.

Sontheimer y su equipo tomaron una muestra del tejido tumoral cerebral de un paciente y lo introdujeron en el cerebro de un ratón, para posteriormente inyectarle clorotoxina sintética creada en el laboratorio. Lo que descubrieron entonces fue tan sorprendente como inesperado. La clorotoxina sintética se acumulaba en los tumores y solo en ellos, dejando las células normales y sanas intactas. También mostró una notable capacidad para alcanzar el cerebro, superando la barrera hematoencefálica. Como el mismo Sontheimer explicó más tarde en un artículo: "Los tumores consiguen abrir la barrera hematoencefálica justo en los vasos sanguíneos por donde se desplazan. Lo que hacen, en esencia, es envolver los vasos sanguíneos, consiguiendo degradar la barrera de tal forma que, justo en esos puntos, se da una penetración activa de esta molécula en el cerebro".

En el 2004, Richard Ellenbogen envió a uno de sus residentes de neurocirugía, Patrick Gabikian, al laboratorio de Olson en el Centro de Investigación del Cáncer Fred Hutchinson, para llevar a cabo un año de investigaciones. Una vez allí, Gabikian buscaría compuestos que sirvieran para que Ellenbogen y Olson pudiesen iluminar las células cancerosas. Fue entonces cuando Gabikian dio con el compuesto que Olson consideró una opción viable para experimentación: la clorotoxina.

En el 2007, Olson, Ellenbogen, Gabikian y su equipo, redactaron un artículo detallando cómo conseguir aislar la clorotoxina a partir del veneno del Deathstalker y adherirle la molécula fluorescente que produce una sustancia que ilumina las células tumorales. Al igual que el de Sontheimer, el laboratorio de Olson utiliza una versión sintética de la proteína clorotoxina, pero la molécula fluorescente añadida actúa como una linterna, y solo se activa cuando se adhiere a su objetivo.

Se piensa que ese objetivo es un complejo que contiene la proteína anexina A2. En células normales no-cancerosas se encuentra dentro de la célula, pero por razones aún desconocidas, en las células de tejido canceroso parece desplazarse a la superficie exterior. Una vez adherida la clorotoxina, el complejo regresa al interior de la célula, arrastrando la molécula luminosa consigo. Y cuando esto sucede, los cirujanos pueden dirigir un láser a la zona, que emite entonces una luz fácilmente detectable por toda una variedad de dispositivos.

Al conseguir que incluso los grupos más pequeños de células cancerosas sean visibles en tiempo real durante la cirugía, esta "pintura tumoral'- su nombre oficial es BLZ-100 - puede ayudar a concretar tanto la ubicación exacta, como el tamaño del tumor principal y el de sus satélites (áreas tumorales más pequeñas emplazadas a su alrededor). Para Olson, este era un concepto digno de Proyecto Violet. Una vez encontrada la tecnología, era hora de buscar financiación.

Financiación privada
Que una subvención del Gobierno se haga efectiva puede llevar años, y eso en el hipotético caso de conseguirla. Hace tiempo que Olson decidió que la solicitud de subvenciones no hacía más que entorpecer su trabajo. Hoy en día, su principal apoyo financiero siguen siendo las familias, particulares y fundaciones que muestran interés por su trabajo tras conocer sus investigaciones. Nos habla del padre que una vez llevó a su hija a la clínica, por una vacuna contra la gripe, y al enterarse del trabajo de Olson puso un cheque de 100.000 dólares sobre la mesa.

“Verte obligado a decirle que ‘no’ a Jim es como darte un sopapo a ti mismo”, asegura Nicole Pratapas, asesora en obsequios filantrópicos en el Centro de Investigación del Cáncer Fred Hutchinson. Ambos se reúnen cada martes por la mañana en la oficina de él. “Los sentimientos que muestra hacia sus pacientes y el modo en que nosotros hacemos las cosas – el modo tan eficiente en que conseguimos recaudar fondos al tiempo que él los invierte- significa mucho para nosotros”. Sólo en los últimos dos años, Olson ha recaudado 6 millones de dólares mediante financiación privada.

Esa cantidad, sin embargo, está destinada a gastos de personal y a la multitud de estudios que tiene en marcha. Cuando la pintura tumoral comenzó a parecer viable, él supo que tenía una idea ganadora entre manos, pero carecía de fondos en reserva para iniciar su desarrollo. Lo que sí tenía era un cortometraje.

Bringing Light es un documental de tres minutos realizado por Bert Klasey, Chris Baron y James Allen Smith. La película quedó entre las 20 finalistas del festival de realizadores Focus Forward del 2013, y se llevó el Premio del Público. Cuando Klasey, el productor, andaba buscando ideas, su mujer recordó una presentación que no había conseguido quitarse de la cabeza desde que la vio, hacía ocho años, en un congreso. No era otra cosa que Olson hablando de lo que acabaría siendo la pintura tumoral.

La película representaba una oportunidad para Olson. Gracias a ella podría aprovechar dos de las mejores bazas disponibles para el empresario moderno: la buena voluntad y el crowdfunding. Cosas del destino, a tan solo unas manzanas de distancia estaban las oficinas del comercio online más grande del mundo: Amazon. Así que les hizo llegar el enlace de Bringing Light junto a una invitación, para todo el equipo, a visitar su laboratorio, compartir cerveza y pizza con los científicos y profundizar más en el tema. Olson esperaba que acudieran unas 20 personas, pero de hecho se presentaron más de 70 (tan optimista como siempre, Olson había previsto provisiones para 80, “por si acaso”). En pocas semanas, 25 de ellos habían formado un equipo voluntario de proyecto mediante el que dedicarían todas las noches del lunes, durante un año, al diseño de la web del Proyecto Violet, y a difundir la buena nueva en Facebook y en Twitter.

El Proyecto Violet es una iniciativa científica ciudadana, puesta en marcha gracias a una campaña de recaudación online, basada a su vez en torno a un programa de adopción de medicamentos – por cada donación de 100$, cualquiera podía “adoptar” un objetivo farmacológico potencial, y su dinero iría dirigido a la investigación de este (esto ha cambiado desde entonces, pues según Olson, la gente encontraba desalentadora la adopción de una única droga, siempre agobiados por el peso de tener que escoger ‘la mejor’). En menos de tres años, Olson y su equipo han recaudado 5 millones de dólares a través de la web del Proyecto Violet y sus eventos asociados, en combinación con donaciones particulares. Cameron W. Brennan, neurocirujano del Memorial Sloan Kettering Cancer Center de Nueva York, lo explica sin tapujos. Llega incluso a aplaudir la cobertura mediática: “Olson tiene que centrar sus esfuerzos de recaudación e investigación en todo aquello que afecta a la práctica”, y tal y como ha demostrado otras veces, se le da muy bien hacerlo.

Ha tardado casi 25 años, pero Olson va camino de hacer realidad su visión y la de Ellenbogen. Durante los ensayos preclínicos con ratones y perros, entre el 2005 y el 2011, la pintura tumoral resultó ser 5000 veces más 'sensible' que la RM; capaz de hacer destacar cantidades extremadamente pequeñas de células cancerosas – grupos de tan sólo 200 células, en contraste con el mínimo de medio millón que tiene la RM.

A diferencia del 5-ALA, la pintura tumoral puede utilizarse en tiempo real durante una operación y, como señala Olson, también traspasa la barrera hematoencefálica, se adhiere exclusivamente a las células cancerosas y se internaliza. El 5-ALA, por el contrario, no se une a las células cancerosas y sólo puede utilizarse con tumores cerebrales de grado alto (tumores altamente malignos y propensos a invadir el tejido cerebral cercano). La pintura tumoral podría también usarse contra los tumores de grado bajo - importante, según Olson: "pues los gliomas de grado bajo que no se eliminan por completo acostumbran a devenir glioblastomas de grado alto durante la década siguiente".

El 25 de mayo del 2015 comenzó el primer ensayo clínico de pintura tumoral en el Hospital Infantil de Seattle, cuyo centro pediátrico de tumores cerebrales es el más grande del noroeste americano. El ensayo está a cargo de Blaze Bioscience Inc., y en esta primera fase toman parte 27 personas diagnosticadas con un tumor cerebral (desde niños a jóvenes menores de 30 años) y en cuyas operaciones se utilizará el medicamento.

"Creo que hay mucha gente tratando de descubrir la diferencia entre cáncer cerebral y tejido sano, pero no saben qué hacer con la información una vez la consiguen", asegura Olson. "Publican un artículo y pasan página". Él espera que el caso de la pintura tumoral sea diferente.

De serlo, el Proyecto Violet comenzaría a hacer honor a su nombre. “Todos los edificios y universidades que nos rodean llevan el nombre de algún rico que fue generoso con su dinero", sentencia Olson. "Yo he querido que lo que llevase el nombre de esta niña, fuera algo realmente bonito para el mundo”.


FUENTE: El País

jueves, 12 de noviembre de 2015

El talón de Aquiles del cáncer cerebral más inabordable

La posibilidad de administrar quimioterapia para tratar tumores cerebrales inabordables hasta la fecha ya es casi una realidad. Un equipo de investigadores del Centro Sunnybrook (Canadá) ha demostrado por vez primera que es posible atravesar la barrera hematoencefálica, la que restringe el acceso de sustancias al torrente sanguíneo cerebral, través de ultrasonidos y administrar un tratamirento quimioterápico a un paciente con un cáncer cerebral.

Cada individuo tiene una barrera hematoencefálica, una especie de barrera protectora hizo normalmente restringe el paso de sustancias del torrente sanguíneo en el cerebro que lo protege de las sustancias químicas tóxicas. De no existir, muchas sustancias nocivas llegarían al cerebro afectando su funcionamiento y tornando inviable al organismo.

Hata la fecha, la barrera hematoencefálica ha sido un importante obstáculo para administración de los tratamientos, comenta Todd Mainprize,, investigador principal del estudio y neurocirujano del Hurvitz Brain Sciences Program del Centro Sunnybrook. Y ahora, los investigadores han sido capaces de «abrirla temporalmente» para administrar la quimioterapia directamente en el tumor cerebral.

Microburbujas

¿Cómo? Tal y como explican en un comunicado los investigadores administraron en un primer momento el medicamento anticancerígeno; a continuación infundieron «diminutas burbujas microscópicas» en el torrente sanguíneo del paciente. Las microburbujas son mucho más pequeñas que los glóbulos rojos y alcanzan el torrente sanguíneo sin causar daño. Posteriormente los investigadores utilizaron una de técnica de ultrasonidos de resonancia magnética guiados de baja intensidad para dirigirse directamente a los vasos sanguíneos de la barrera hematoencefálica que rodea al tumor. De esta forma, las ondas emitidas repetidamente por los ultrasanidos comprimen y expanden las microburbujas, lo que provoca que la tupida malla celular que protege la barrera hematoencefálica se afloje y, en el momento en el que ‘baja la guardia’ y se abre es cuando el fármaco antitumoral se introduce y accede a las células cancerígenas que tiene como diana.

«Algunos de las terapias más prometedoras y novedosas para el tratamiento de tumores cerebrales malignos no son capaces de alcanzar las células tumorales debido a la barrera hematoencefálica», señala Mainprize. En su opinión, esta técnica «abrirá nuevas oportunidades para ofrecer tratamientos mucho más eficaces que los existentes».
Aunque se trata de un único caso, «su éxito de este caso es gratificante y supone una esperanza para muchos pacientes sin opciones de tratamiento», reconoce Kullervo Hynynen, del Instituto Sunnybrook.

Durante 8 años, ocho años, Bonny Hall mantuvo su cáncer cerebral controlado gracias a la medicación, pero desde hacía un año éste no cesaba de crecer y precisaba una terapia más agresiva. Sus médicos pidieron a la paciente 56 años de edad si quería ser la primera en el mundo en probar un tratamiento que admnistrar la quimioterapia a través de la barrera hematoencefálica. Y Bonny no lo dudó.

A las 24 horas del tratamiento los investigadores observaron con las técnicas de imagen que el cáncer se había reducido. Y lo comprobaron con el análisis de las biopsias del tumor al día siguiente. La quimioterapia había alcanzado zonas que hasta la fecha eran inaccesibles.

Los resultados abren una ‘nueva frontera’ en el tratamiento de los trastornos del cerebro, señalan los investigadores. Así, el éxito de esta investigación abre la posibilidad de la administrar terapias farmacológicas en las áreas del cerebro protegidas por la barrera hematoencefálica, desde los tumores cerebrales, pasando por la enfermedad de Alzheimer y algunos trastornos psiquiátricos.

Este caso, el primero de 10 participantes de este estudio, es la prueba de que la técnica es viable, segura y eficaz. Los demás pacientes ya están tienen programada su cirugía para extirpar las áreas inaccesibles de su tumor cerebral.


FUENTE: ABC

martes, 10 de noviembre de 2015

Médicos españoles logran detectar el tumor cerebral con una sencilla prueba

El doctor Joan Seoane, principal autor del estudio sobre biopsia con líquido cefalorraquídeo

Investigadores del Instituto de Oncología del Vall d'Hebron han demostrado que un análisis del líquido cefalorraquídeo permite valorar el pronóstico de un tumor, al mismo tiempo que ofrece datos útiles para establecer un tratamiento más personalizado y llevar a cabo una vigilancia de la evolución del cáncer de cerebro. Este avance permitirá conocer mejor la situación del paciente y llevar a cabo un seguimiento más estrecho del mismo.

Hasta ahora las biopsias líquidas se han centrado en realizar análisis de muestras sanguíneas para evaluar diferentes tipos de tumores, que van desde el pulmón, el de mama, colorrectal o el de próstata. Sin embargo, cuando el cáncer se da en el cerebro, la barrera hematoencefálica que lo rodea hace que sean pocos los fragmentos de ADN del tumor que escapan a la sangre, por lo que un análisis sanguíneo en este sentido no es viable.

Por este motivo, lo que tenían que hacer los médicos para conocer el tipo de tumor y sus características, algo necesario para establecer un tratamiento, era hacer una biopsia del tumor, es decir, extraer tejido cerebral mediante una punción o una cirugía.

"Lo que en cáncer cada vez tenemos más clara es que para tratar bien al paciente hay que caracterizar el tipo de tumor. Hasta ahora necesitábamos una pieza de ese tumor para analizarla, esto era arriesgado y muy invasivo porque implicaba la perforación del cráneo y realizar incisiones en áreas implicadas con funciones importantes como el habla, por lo que muchas veces no se hacía", explica a EL MUNDO el doctor Joan Seoane, director del programa de Investigación Traslacional del VHIO, profesor ICREA Y profesor asociado de la Universitat Auònoma de Barcelona que ha liderado el estudio cuyos datos ha publicado la revista Nature Communications.

Los éxitos conseguidos con la biopsia líquida en sangre animaron a los investigadores del centro catalán a buscar otra manera similar de localizar ADN de los tumores cerables. "Pensamos en el líquido cefalorraquídeo porque circula por el parénquima cerebral y baja por la médula espinal. Y lo que vimos es que en él hay mucho ADN tumoral", afirma Seoane.

Y para demostrar su utilidad en diferentes tipos de tumores cerebrales, los investigadores llevaron a cabo un análisis del líquido cefalorraquídeo en 23 pacientes que o bien tenían tumores primarios (aparecen por primera vez en el cerebro) o metastásicos (tumor que viaja de una zona al cerebro) de mama o de pulmón. "Lo que hemos comprobado es que este análisis, que es poco invasivo (el líquido cefalorraquídeo se extrae con un pinchazo como el que reciben las mujeres que se ponen la epidural) y sencillo de realizar, sirve para caracterizar molecularmente al tumor, tanto si es primario como metastásico, con lo que permite aplicar un tratamiento adecuado a cada uno de ellos", afirma el investigador catalán.

La técnica podría ser especialmente útil en un tipo de tumor cerebral, el glioblastoma, el más agresivo y frecuente. El problema de este cáncer es que a pesar de la cirugía y el tratamiento con radioterapia y quimioterapia, el tumor vuelve a reaparecer al tiempo y cuando lo hace suele haber cambiado, por lo que hay que volver a realizar un estudio porque para precisar otro tratamiento. Esta prueba facilita ese seguimiento porque es más sencilla y menos agresiva para el paciente.

Pero también será especialmente útil para tratar las metástasis derivadas de un tumor de mama o de pulmón ya que normalmente son distintas al cáncer primario y el tratamiento también lo debe ser. "Si podemos caracterizar la metástasis cerebral, sabremos cómo tratarla".

Esta prueba además permitirá guiar las intervenciones quirúrgicas de una forma más precisa. En función del tipo de tumor, "los neurocirujanos tienen que realizar un tipo de cirugía u otra. El cirujano necesita saber el pronóstico del paciente, porque si su supervivencia es muy limitada tendrá que tomar más riesgos", indica Seoane que señala que este logro es fruto de un trabajo en equipo donde han participado neurocirujanos, patólogos y oncólogos."

Gracias a la suma de éxitos en la aplicación de la biopsia líquida de plasma en otros tumores, el uso del ADN tumoral circulante en el líquido cefalorraquídeo como biopsia líquida para tumores cerebrales podría ser un método mucho menos invasivo que la biopsia estándar en tejido para caracterizar las alteraciones genéticas del nuevo tumor. Esta nueva aproximación a la biopsia líquida puede ayudar a plantear, en algunas ocasiones, un nuevo tratamiento experimental pero más específico y por tanto potencialmente más adecuado, lo que además podría mejorar las respuestas clínicas a fármacos dirigidos", ha señalado el doctor Josep Tabernero, director del VHIO y jefe de Servicio de Oncología Médica del Hospital Universitario Vall d'Hebron, quien ha realizado numerosas aportaciones al novedoso campo de la biopsia líquida.

A diferencia de otros tumores, en los que se ha avanzado enormemente en los últimos años en nuevos tratamientos, en los de cerebro no se ha conseguido tantas mejoras. Sin embargo, lo logrado ahora por este centro permitirá marcar un antes y un después. "El conocimiento nos da la posibilidad de tratar mejor. Esta técnica abre un campo de oportunidades a muchos niveles. Por un lado, tenemos ya en marcha un proyecto para comprobar, porque eso es lo que hemos visto en algún caso, que el análisis del ADN cerebral en el líquido cefalorraquídeo es más sensible a veces que las técnicas de imagen, por lo que se podría llevar a cabo un diagnóstico precoz. Por otro lado, otro estudio intentará caracterizar los glioblastomas y los tumores en pacientes pediátricos para ver cómo de agresivo se debe ser con el tratamiento y ajustarlo a cada uno. Y por último, creo que esta prueba permitirá descubrir nuevas dianas terapéuticas, algo muy requerido en este campo de la oncología", concluye Seoane que quiere recordar que este estudio ha podido realizarse por la financiación en parte de la Asociación Española Contra el Cáncer, fruto de las aportaciones de los ciudadanos.

FUENTE: El Mundo

lunes, 9 de noviembre de 2015

Primer ensayo con inmunoterapia en el tumor cerebral más agresivo


El glioblastoma multiforme es considerado el tumor cerebral más agresivo y es que, pese a que se logre extirpar con éxito en la cirugía, la mayor parte de los pacientes acaba sufriendo una recaída en poco tiempo. Para tratar de frenar ese curso natura de la enfermedad, 29 pacientes españoles van a iniciar en la Clínica Universidad de Navarra un ensayo clínico con un fármaco que ya se está administrando con éxito en casos de melanoma.

Por primera vez, este ensayo clínico va a tratar este agresivo cáncer cerebral con un fármaco inmunoterápico, que trata de 'emplear' las propias defensas del organismo para que sean ellas las que ataquen a las células tumorales. Nivolumab, que así se llama el medicamento, ya está autorizado para pacientes con cáncer de piel y para ciertos tipos de cáncer de pulmón.

Como explica a EL MUNDO el doctor Ignacio Melero, codirector del Servicio de Inmunología e Inmunoterapia de la clínica navarra e investigador principal de este ensayo, los primeros resultados se esperan en el plazo de "año o año y medio".

Como él mismo explica, el glioblastoma multiforme es el cáncer cerebral más frecuente y más agresivo (afecta a seis de cada 100.000 personas al año en España). "Incluso con las mejores técnicas quirúrgicas, guiadas mediante fluorescencia, sabemos que siempre quedan células tumorales ocultas más allá de los visible, porque éste es un tumor que infiltra de una manera muy particular el tejido cerebral", explica telefónicamente desde Pamplona.

En la actualidad, administrar radio y quimioterapia después de la cirugía logra retrasar unos meses esa inevitable recaída.

Lo que el nuevo ensayo con 29 pacientes tratará de demostrar es si administrando además la inmunoterapia, antes y después de la cirugía, se logra mejorar el mal pronóstico de estos pacientes. Concretamente, prosigue Melero, se administrará nivolumab (del laboratorio Bristol Myers) en pacientes recién diagnosticados (antes y después de pasar por el quirófano), así como en pacientes que ya fueron operados pero que han recaído y vuelven a ser candidatos a cirugía.

Aunque existen varios ensayos clínicos en el mundo con distintos tipos de inmuinoterapia para hacer frente a los tumores cerebrales, éste es el primero que se lleva a cabo con este fármaco ya autorizado. El hecho de que los 29 pacientes vayan a ser operados y tratados en la Clínica de Navarra, explica Melero, responde al hecho de que es importante homogeneizar la cirugía lo máximo posible, en un tumor cuyo pronóstico está muy ligado a la capacidad del cirujano de extirpar inicialmente la mayor cantidad de tumor visible posible.

Nivolumab ha sido uno de los primeros fármacos inmunoterápicos en llegar al mercado, con prometedores resultados en pacientes con melanoma, cáncer de pulmón y de riñón. Su mecanismo de acción consiste en 'desbloquear' los frenos que el tumor ha sido capaz de imponer al sistema inmune para que las células defensivas no ataquen a las tumorales. "Es como si [el medicamento] no dejase que el cáncer pise el pedal de freno", explica.


FUENTE: El Mundo

Un semáforo para el tumor cerebral


La cirugía cerebral es famosa por su dificultad. El mayor problema radica en el hecho de que, al retirar un tumor, los neurocirujanos deben de extraer la mayor cantidad de tumor posible manteniendo el tejido cerebral sano intacto y, a menudo, diferenciar entre ambos tejidos es muy complejo. Pero es posible que por fin haya un sistema que solucione esta importante problema. Investigadores de la Universidad Johns Hopkins (EE.UU.) han desarrollado una nueva técnica de imagen que podría proporcionar a los cirujanos una especie de un mapa de color con códigos del cerebro de un paciente que distingue entre el tejido canceroso y el sano. El trabajo se publica en «Science Translational Medicine».

La nueva técnica, denominada tomografía de coherencia óptica, se puede utilizar para distinguir entre los tejidos del cerebro humano y se ha utilizado para guiar en tiempo real la extirpación quirúrgica de un tumor cerebral en ratones. Los investigadores consideran que si demuestra su eficacia en humanos, se podría mejorar la supervivencia libre de cáncer de los pacientes, al asegurar que se elimina un tumor por completo con el mínimo daño al tejido sano circundante.

Desarrollado por primera vez en 1990 para obtener imágenes de la retina, la tomografía de coherencia óptica funciona con el mismo principio de geolocalización de los murciélagos y los escáneres de ultrasonido, pero utiliza la luz en lugar de ondas de sonido, produciendo una imagen de mayor resolución que el ultrasonido. Además tienen una característica única que, a diferencia de los rayos X, tomografías computarizadas o tomografías PET, no emite radiaciones ionizantes dañinas para los pacientes.

'Ecografía óptica'

Durante años muchos grupos de investigación, entre ellos el dirigido por Xingde Li, han estado trabajando para desarrollar y aplicar esta tecnología a otros órganos. Y la investigadora Carmen Kut, del mismo centro, pensó que la tomografía de coherencia óptica podría proporcionar una solución a los problemas que se plantean durante la cirugía.

La técnica, también recibe el nombre de ‘ecografía óptica’ porque compila los reflejos de luz obtenidos milímetros por debajo de la superficie de un tejido y proyecta estas imágenes en un mapa 3D del tejido. Cuando la utilizaron para analizar el tejido cerebral de 32 pacientes con cáncer y cinco muestras de tejido cerebral no cancerosos, los investigadores encontraron que la técnica mejoraba el diagnóstico de tejidos cancerosos frente a los no cancerosos, en comparación con la evaluación realizada por un cirujano.


FUENTE: ABC