martes, 30 de junio de 2015

Un único gen permite convertir células cancerígenas en tejido sano


En la actuación sobre un solo gen podría estar la clave para un tratamiento contra el cáncer que desbancaría a métodos actuales como la quimioterapia, muy criticada por sus efectos secundarios sobre el organismo.
Eso es lo que se desprende de un estudio realizado por un equipo de investigadores del Memorial Sloan Kettering Cancer Center (MSK) de Nueva York con grupos de ratones en el laboratorio, y que publica la revista Cell.
Con la activación de un único gen supresor tumoral, estos científicos han podido frenar, hacer retroceder y finalmente eliminar por completo una variedad de cáncer de colon que padecían los ratones.

Primeras pruebas en ratones

La primera particularidad de este estudio fue la enfermedad tratada en los ratones. En la mayoría de modelos animales, los investigadores trabajan con variedades de cáncer colorrectal que producen tumores en el intestino delgado, pero en este caso la enfermedad se extendió hasta el colon, de manera similar a como sucede con los pacientes humanos.
A partir de ahí, el tratamiento se centró en un único gen, el llamado APC (Adenomatous Polyposis Coli), del que se sospecha hace tiempo que es una de las causas de la aparición del cáncer de colon, así como de la poliposis adenomatosa familiar.
Las mutaciones esporádicas en este gen, que causan variedades tumorales no hereditarias, están presentes en la mayoría de tipos de cáncer de colon, si bien se desconocía su papel en fases posteriores de la enfermedad.
Para inducir la enfermedad a los ratones, los investigadores bloquearon el gen APC. De esta manera, se activaron las vías de señalización WNT, cuyas mutaciones se cree tienen un papel importante en el desarrollo de distintos tipos de cáncer, algo que se demostró en este caso.
Cuando el gen APC fue reactivado, la actividad de las vías volvió a niveles normales, lo que llevó a la supresión de las células tumorales y el retorno de las funciones habituales de las células intestinales.
Los efectos de la reactivación del APC no se detuvieron ahí. Después de frenarse el desarrollo de los tumores, estos empezaron a retroceder o reintegrarse en el tejido normal. A las dos semanas, el proceso se había completado, y después de un seguimiento de seis meses los investigadores concluyeron que no quedaban más signos de la enfermedad en los organismos.

Potenciales aplicaciones

A pesar de los resultados tan positivos en el tratamiento, aún queda por comprobar los efectos que tendría este en seres humanos. En la mente de los investigadores está el sustituir las terapias que se vienen utilizando hasta ahora, pues “los tratamientos para cáncer de colon implican quimioterapias que son tóxicas y bastante poco efectivas”, según afirma Scott Lowe, uno de los autores del estudio.
El problema al que se enfrentan es que el tratamiento sobre el gen APC solo resulta válido para el cáncer de colon, pues las mutaciones en el gen no afectan a la enfermedad cuando se localiza en otras partes del cuerpo.
Para Lukas Dow, participante del estudio e investigador de la Facultad de Medicina Weill Cornell de la Universidad de Cornell en Nueva York, esto no supone un gran problema, ya que la investigación abre nuevas vías de estudio. “Si podemos descubrir qué tipos de mutaciones y cambios son clave en el desarrollo de tumores”, afirma, “estaremos preparados para desarrollar los tratamientos más adecuados para cada tipo concreto de cáncer”.
De momento, esta terapia ha logrado evitar la actividad genética descontrolada que suele aparecer cuando se pretende revertir la función de células tumorales, con lo que el tratamiento del cáncer de colon, el segundo más mortal a día de hoy (con 700.000 muertes al año), presenta un horizonte esperanzador.
Los autores del estudio ya investigan la manera de usar este método para tratar procesos de metástasis, y para extender estas buenas expectativas a las terapias de otras variedades de cáncer. inmunoterapia ha conseguido sus primeros éxitos contra el cáncer de pulmón. Este abordaje, consistente en activar el sistema inmunitario del paciente para que colabore en la lucha contra las células cancerosas, había fracasado hasta la fecha al intentar usarla en uno de los tumores más frecuentes y mortales, el de pulmón (más de 26.000 casos y de 21.000 muertes en España en 2012, según los datos de la Sociedad Española de Oncología Médica, SEOM). El avance es tan importante que el viernes mereció la primera sesión del Congreso de la Sociedad Americana de Oncología Clínica (ASCO) que se celebra en Chicago.
Aunque el cáncer de pulmón sea el más frecuente de los tratados, en el congreso, al que EL PAÍS ha acudido invitado por Janssen, se ha resaltado también las expectativas que este abordaje abre para otros cánceres, como el de cabeza y cuello, colon e hígado. El nexo común entre todos ellos es un juego de dos proteínas, la PD-1 y la PDL-1, la primera en los linfocitos del sistema inmunitario y la segunda en las células tumorales. Y lo que hacen los fármacos que se han ensayado (el nivolumab, de BMS, y el pembrolizumab, de Merck), en líneas generales, es asegurarse de que la PDL-1 no oculta el cáncer a las defensas del paciente.
En el caso del cáncer de pulmón, el avance es especialmente importante porque, hasta ahora, se había resistido a la inmunoterapia. Se decía que era poco sensible a esos tratamientos, “pero lo que pasaba es que no teníamos el correcto”, dijo Luis Paz-Ares, del Hospital 12 de Octubre de Madrid, que ha participado en los ensayos y fue el encargado de exponer los avances conseguidos. De los distintos tipos de cáncer de pulmón, el trabajo de Paz-Ares se ha centrado en el denominado de células no pequeñas y no escamoso.
La complejidad del nombre es una prueba de que, según avanza el conocimiento, se van acotando más los tratamientos para darles una terapia que se denomina personalizada. La importancia de trabajar con este grupo –y con el de los tumores escamosos, cuyos resultados se presentaran el domingo- es que entre ambos representan el 85% de los cánceres de pulmón, precisamente aquellos que actualmente tienen peor pronóstico. De hecho, la eficacia del nivolumab, según el estudio CheckMate057, va en paralelo a la presencia de la proteína PD-1 en las células. Si, de media, la supervivencia de los pacientes pasa de los 9,4 a los 12,2 meses frente al tratamiento actual con docetaxel, en los que tienen una mayor expresión de la PD-1 pasa de 9,4 a 18, indica Paz-Ares.
En el caso del cáncer de hígado avanzado, con el mismo fármaco se consigue pasar de un 30% de supervivencia al año a un 62%, indico Anthony B. El-Khoueiry, de la Universidad del Sur de California, frente al tratamiento con sorafenib. En el cáncer de cabeza y cuello, el 56% experimenta una reducción del tumor, dijo Tanguy Sehwert, de la Universidad de Chicago. Incluso en los casos en que la eficacia es limitada, hay otro aspecto a tener en cuenta, apunta Paz-Ares: los efectos adversos, que son mucho menores con el nuevo medicamento –aunque los tiene-, lo que puede ser otro factor a considerar.
Esta relación entre la eficacia del fármaco y la existencia de ciertas proteínas lleva a postular a la PDL-1 como un biomarcador (una señal que se puede medir del estado del organismo). En este caso, no es como la proteína PSA en el cáncer de próstata porque no es un diagnóstico. Una medición de la PD-1 en las células cancerígenas puede servir también como predictor del comportamiento el tumor ante el tratamiento.
“Costaría menos de 100 euros” y evitaría gastar miles en darle un fármaco a alguien que no se va a beneficiar”, apunta Paz-Ares. La PD-1 –una de las proteínas estrella de la inmunoterapia actual- ve reforzado su papel cuando combina con otro proceso, el de “deficiencias en la reparación” del ADN. Este es clave para las células, ya que elimina los errores en el material genético que se producen cuando la célula se divide. En el caso del cáncer; la proliferación hace que estas mutaciones se acumulen. “Es como llenar a una célula de banderas rojas para que el sistema inmunitario las identifique”, explico Lynn Schuchter, vicepresidenta de ASCO. Cuando esto sucede, es fácil de ver, señaló Le Dung T., del Johns Hopkins. Y en este caso, el tratamiento con pembrolizumab del cáncer de colon, que es el que ha estudiado Dung, es más eficaz.


FUENTE: Investigación y Desarrollo

lunes, 22 de junio de 2015

El CNIO (Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas) busca filántropos para investigar el cáncer


El centro más importante en España y uno de los más importantes del mundo en investigación del cáncer, el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), acaba de lanzar un vídeo para promover la adhesión de benefactores del organismo con el fin de investigar el cáncer.
Ya hace seis meses que el centro de investigación público lazó una campaña filatrópica, ‘Amigos del CNIO: más investigación, menos cáncer’. Ahora han recabado testimonios de las motivaciones de algunas de las personas que han donado.
Según ha revelado el CNIO en una nota, la supervivencia de los pacientes con cáncer se acerca al 50% y en algunos casos llega ya al 90% gracias a la investigación, a pesar de que esta enfermedad sigue siendo la segunda causa de muerte en España y se calcula que la incidencia aumente en un 20% en los próximos 20 años.
En torno a seis de cada diez cánceres son consecuencia del estilo de vida y, por tanto, podrían evitarse. Entre las prioridades del CNIO están la prevención a través de estudios epidemiológicos y análisis del genoma a través de sus programas de Genética del Cáncer Humano o de Oncología Molecular.
También cuentan con un servicio de Consulta de Cáncer Familiar, ubicado en el Hospital de Fuenlabrada, en el que pacientes con historia familiar de cáncer reciben consejo genético para actuar en consecuencia, con medidas como intensificar los controles médicos o la cirugía preventiva.
Otro de los focos del CNIO es la metástasis, causa de fallecimiento en el 90% de los pacientes con cáncer. Por esta razón, el centro ha creado este 2015 dos nuevos grupos de investigación que trabajarán para desarrollar de fármacos dirigidos específicamente contra este proceso.
Además, el CNIO está consolidando a través de su Programa Clínico un consorcio con hospitales públicos y privados para desarrollar ensayos clínicos en oncología.
A través del programa, cientos de pacientes pueden ya acceder a terapias experimentales en España sin la necesidad de desplazarse a Estados Unidos u otros países de referencia.
Comunidad en torno a la investigación oncológica
El vídeo recién publicado pretende, según afirma el centro, dar voz a los ‘Amigos del CNIO’ que han contribuido desinteresadamente a la investigación del centro.
Después de seis meses de haber lanzado el proyecto, la iniciativa cuenta ya con más de 300 donantes que han decidido apostar por el proyecto y más de 13.000 seguidores en redes sociales.
Ahora el CNIO busca crear una comunidad mayor con la que hacer frente a la enfermedad. “Soy donante porque considero la investigación como un pilar fundamental en el avance de la sociedad”, es alguno de los motivos que han impulsado a los donantes a formar parte de la iniciativa.
María Blasco, directora del CNIO, explica: “La respuesta de la ciudadanía ha sido espectacular, lo que nos motiva aún más a seguir trabajando por esta importante causa que es la investigación del cáncer”.
“Aspiramos a un futuro sin cáncer, y la ciudadanía nos está dando muestras de apoyo y solidaridad incondicionales en esta labor por las que expreso mis agradecimientos más sinceros“, ha rematado.


FUENTE: RTVE

jueves, 18 de junio de 2015

Llega la mosca avatar


Mire a los ojos a la mosca del vinagre. Verá el abismo de 700 millones de años de evolución que les separa. Mírela otra vez y recuerde: ese insecto y usted son iguales en esencia. Desde comienzos del siglo pasado, la investigación con Drosophila melanogaster ha desvelado las claves de una biología compartida. En ella se observó por primera vez que los cromosomas contienen la herencia genética que se transmite a los hijos, o que los rayos­X son cancerígenos. Fáciles y baratas de criar a miles, las moscas también han permitido llevar a otro nivel nuestro conocimiento de la división celular descontrolada que caracteriza al cáncer. “Si uno entra en la biblioteca de cualquier hospital y retira los libros basados en estudios previos en drosophila, se quedaría vacía” resalta Cayetano González, investigador del Instituto de Investigación Biomédica de Barcelona (IRB).
González es uno de los organizadores del congreso “Drosophila como modelo del cáncer”, que esta semana ha reunido a 150 expertos internacionales en este campo. En general, el mensaje es que tras décadas siendo clave para la investigación básica, la drosophila permite ya investigaciones con aplicaciones más directas en la medicina.
Una de las más llamativas es la de Ross Cagan, que desarrolla “ejércitos” de moscas avatar para intentar salvar vidas humanas. Aunque normalmente las moscas no viven lo suficiente como para desarrollar tumores, sí lo hacen si se les introducen los genes humanos que promueven su aparición. Así se crean insectos transgénicos. Los de Cagan desarrollan tumores con entre cinco y 15 mutaciones humanas detectadas en el paciente. “Lo que estamos viendo es que cada avatar reacciona de forma diferente a las drogas, algo que también se ve en los ensayos clínicos [con pacientes]”, explicaba Cagan el lunes durante un receso del congreso. “Uno de nuestros objetivos es asumir la complejidad del cáncer” y por eso, “en vez de encontrar qué tienen en común los diferentes avatares, lo que intentamos es desarrollar cada vez más”, detalla el investigador de la Facultad de Medicina Icahn del Hospital Monte Sinaí (EE UU). Este tipo de investigación, como todas las presentadas estos días en Barcelona, sería imposible sin la mosca del vinagre. En el laboratorio, cada 10 días surge una nueva generación con miles de individuos, que comparten con los humanos en 60% de sus genes. Esto permite usar las moscas para probar un elevado número de compuestos de forma muy rápida. Una vez secuenciado el tumor del paciente, Cagan usa un programa informático para rastrear una base de datos con 1.200 fármacos ya aprobados por la FDA, la Agencia del Medicamento de EE UU, en busca de combinaciones de dos o tres compuestos. Juntos pueden tener el efecto anticancerígeno que no tienen por separado en los pacientes. Las encargadas de comprobarlo son las moscas avatar, de las que se pueden obtener "infinitos" especímenes. Hasta ahora, se habían usado ratones como avatares para buscar un sólo fármaco más adecuado al perfil del paciente. El investigador del Monte Sinaí lo lleva un paso más allá con cócteles de varias moléculas, algo que sería “demencial” en ratones por la cantidad de animales necesarios y las dificultades técnicas, reconoce Cagan. Se trata de un proyecto "aún muy experimental" que persigue dos objetivos. El primero, crear “ejércitos de avatares” que representen a cientos o miles de pacientes. Por ahora va “bastante avanzado” y cubre cáncer de colon, tiroides, pecho, páncreas y pulmón, explica Cagan. El segundo, comenzar un ensayo clínico para probar los nuevos cócteles de fármacos en un reducido grupo de enfermos. Las pruebas se realizarán en Centro de Terapia Personalizada del Cáncer del Monte Sinaí, que se creó hace unos meses y que dirige el propio Cagan. “Esperamos tener los primeros resultados en un año”, resalta.
Tin­Tin Su, investigadora de la Universidad de Colorado, ha presentado en Barcelona sus últimos trabajos aún no publicados. En ellos describe una nueva molécula que impide que las células de la drosophila se regeneren tras recibir dosis de radiación. El objetivo es usarla para impedir de forma selectiva que las células tumorales se recuperen tras las sesiones de radioterapia en los pacientes. La molécula “ya ha mostrado ser efectiva en modelos animales y células humanas y esperamos empezar a probarla en pacientes en dos años”, resalta Su. La investigadora opina que los estudios con moscas ya están contribuyendo a salvar vidas humanas. Como prueba cita el primer fármaco contra el cáncer medular tiroideo, cuya efectividad fue descubierta por Cagan usando drosophila. La molécula fue rescatada por AstraZeneca y la FDA aprobó en 2011 para tratar tumores avanzados. Traslación España “tiene una escuela de investigación con drosophila que es líder mundial”, explica Marco Milán, coorganizador del congreso, financiado por la Fundación BBVA. “En especial, la filosofía para usar la mosca para entender procesos a nivel genético ha tenido un enorme desarrollo”, añade. El pionero, en la década de 1960, fue Antonio García­Bellido, hoy profesor honorario del CSIC. En la actualidad, Cayetano González dirige uno de los programas más importantes en este campo, el proyecto Fliescan (las moscas pueden, en inglés). Se trata de una búsqueda de nuevos inhibidores del crecimiento tumoral y nuevas claves genéticas del cáncer que no sería posible sin la versatilidad de la drosophila. El proyecto está financiado con unos 2,5 millones de euros en cinco años por el Consejo Europeo de Investigación y ya ha secuenciado unos 70 genomas completos de cáncer en moscas. Este trabajo ha ayudado a identificar nuevas proteínas esenciales para el crecimiento tumoral y sus descubrimientos pueden aplicarse a la búsqueda de tratamientos contra la microcefalia o los riñones poliquísticos, explica González. Norbert Perrimon, de la Facultad de Medicina de Harvard (EEUU), es uno de los investigadores más prestigiosos de la drosophila. Estos animales miden dos o tres milímetros lo que hace relativamente fácil probar en organismos vivos, y no en cultivos celulares, la efectividad de 6.000 moléculas. Este trabajo, publicado por su equipo en 2014, detectó varios compuestos no caracterizados que pueden ser prometedores. Gracias a las drosophilas, Perrimon también ha identificado este año la molécula que causa la caquexia, el progresivo debilitamiento corporal que sufren los enfermos de cáncer y que es responsable de un tercio de las muertes de pacientes con tumores avanzados. Pero, por ahora, todo el conocimiento básico amasado en este campo durante décadas apenas ha servido para desarrollar nuevos fármacos, en parte porque aún “no sabemos atacar la complejidad del cáncer”, advierte el experto. Uno de los mayores retos para los próximos años será mejorar esa traslación del laboratorio a los hospitales. “Las nuevas herramientas que tenemos nos permiten hacer preguntas apasionantes y creo que en los próximos años vamos a ver muchos más resultados prácticos”, señala.


FUENTE: El País

Cómo ver tumores en el cerebro



  • Un escáner y un algoritmo logran traducir los datos cerebrales en un mapa multicolor. Gracias a éste, se distingue el tejido sano del cancerígeno y se facilita la labor del cirujano

    Es un momento clave: cuando los neurocirujanos se enfrentan a la extirpación de un tumor cerebral. Todo un reto. A veces, su extensión dificulta su separación del tejido circundante y otras, por su localización, la intervención resulta compleja. Por ejemplo, si se encuentra cerca de los nervios oculares, porque existe el riesgo de perder la vista. Ahora, un equipo de científicos de la Universidad Johns Hopkins (Baltimore, EEUU) propone el uso de un tipo de tecnología que podría ofrecer un mapa con un código de colores para distinguir con mayor precisión las zonas cancerígenas de las sanas.

    En cada ocasión, recalcan los científicos, "intentamos sacar la mayor cantidad de cáncer posible, manteniendo el tejido cerebral fundamental intacto, para evitar daños en partes del cerebro como las relacionadas con el habla o el control motor". Una labor minuciosa y delicada en la que, según los datos de su último estudio, la tomografía de coherencia óptica (OCT por sus siglas en inglés) podría desempeñar un papel "signiticativo".

    Se trata de una técnica de imagen que se desarrolló a principios de 1990 y que actualmente se utiliza en el campo de la Oftalmología. A través de este aparato se obtienen imágenes de alta resolución de la retina y del nervio óptico, "casi como las que se lograrían tras una biopsia de la zona", señalan los autores de este trabajo, publicado esta semana en la revista Science Translational Medicine.

    Partiendo de este valor, el mexicano Alfredo Quiñones-Hinojosa, del departamento de Neurocirugía, Neurología y Oncología en la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins y líder del equipo de investigación, pensó que "la tomografía de coherencia óptica podría tener un fuerte potencial a la hora guiar a los cirujanos sobre dónde cortar exactamente el tumor".

    El principal problema de nuestro trabajo, expone Ricardo Díez Valle, coordinador del área de Neurooncología de la Clínica Universidad de Navarra, al comentar el trabajo de Baltimore, es que "la mayoría de los tumores que crecen dentro del cerebro son difusos, no tienen un borde claro y las células se infiltran e invaden tejido circundante, por lo que es muy difícil que la cirugía sea curativa". Hay células que escapan. Lo ideal sería "encontrar alguna terapia dirigida" contra las mismas y con la que acompañar la cirugía. "Se sabe que al quitar la parte del tumor que no está mezclado con el cerebro, los pacientes ganan en calidad de vida y supervivencia, pero al no haber un borde exacto, es difícil ver hasta dónde se puede cortar sin hacer daño al paciente". Si se tocan zonas asociadas con el movimiento de las extremidades, el afectado quedará impedido. "Cuanto más completa sea la extirpación, la supervivencia del paciente será considerablemente mayor y ese es el objetivo", apunta José María Roda, jefe de Neurocirugía del Hospital Universitario La Paz de Madrid.

    Para reseccionar el máximo de tumor de forma segura, en la práctica habitual, los neurocirujanos se pueden apoyar en varios aparatos, a veces usados en conjunción, dependiendo de las posibilidades de cada centro hospitalario. Por un lado, la cirugía guiada con fluorescencia. "Consiste en una guía a tiempo real que tiñe las células tumorales y nos ha permitido mejorar mucho las delimitaciones", apunta Díez Valle. Aunque sólo sirve para los tumores más graves. También se utiliza la resonancia intraoperatoria de alto campo. "Ésta vale para todos los tumores, pero no es a tiempo real. Tienes que parar para hacer el estudio de imagen (tarda unos 20 minutos). Sigues operando y se vuelve a comprobar a través de esta técnica si aún queda más tejido o no por extirpar". La ecografía es otro de los elementos que, sobre el cerebro, ayuda a intervenir en tiempo real. "Se usa en todos los tumores, pero es menos específica o menos milimétrica. La resolución no es tan buena". Ecógrafos hay en toda España, señala el neurocirujano español. "Fluorescencia en unos 30 hospitales y resonancia de alto campo, ninguna en nuestro país, sólo de bajo campo (con peor resolución de imagen)".

    Existe una cuarta tecnología: la monitorización neurofisiológica. "Consiste en una serie de pruebas que ayudan a descifrar qué función tiene cada parte del cerebro [...] Así, cuando hay que seguir cortando, se puede valorar la función de la zona para tomar una decisión. Si el área es importante para mover una pierna o para el lenguaje, aunque haya células tumorales, tenemos que parar", argumenta Díez Valle. Se trata de encontrar el límite máximo hasta donde haya una función.

    Durante la última década, varios son los grupos de investigación de todo el mundo, entre ellos este equipo de la Universidad Johns Hopkins, que están trabajando con el objetivo de desarrollar y aplicar tecnología que ayude a extirpar todas las células tumorales sin dañar al paciente. Quiñones-Hinojosa y sus colegas apostaban por la tomografía de coherencia óptica. Descubrieron una propiedad especial en las células cancerosas del cerebro. "Carecen de las llamadas vainas de mielina que recubren las células sanas del cerebro", lo que facilita una composición de imagen a la tomografía de coherencia óptica. A partir de aquí, y tras desarrollar un algoritmo informático para procesar los datos cerebrales y traducirlos en una imagen de colores que distingan las zonas cancerígenas de las sanas, los autores han comprobado el papel de esta herramienta en dos modelos: muestras de pacientes y en ratones. En estos animales, "mientras se miraba la pantalla de la imagen actualizada de la ubicación del cáncer, el experto iba extirpando el tumor", comenta uno de los especialistas de Baltimore. Los investigadores esperan comenzar ensayos clínicos con humanos este verano.

    Dados los primeros resultados en animales, subrayan los científicos en el artículo, la resolución de la tomografía de coherencia óptica es tan fina como la de la resonancia de alto campo, "no emite radiaciones ionizantes a los pacientes, no es invasiva, ofrece imágenes en tres dimensiones, en tiempo real" y serviría para todos los tumores cerebrales. Es cierto que se presenta con todas estas ventajas, indica el especialista español, pero "aún no se ha comprobado en pacientes". Hay otras tecnologías que también prometen algunas mejoras, "como la microscopía confocal, también a falta de ensayos clínicos". En cuanto a la radiación y la invasión, ninguno de los aparatos utilizados en este escenario (en España) "emiten radiación ni son invasivos", pero la OCT ofrecería buena resolución en tiempo real y en todos los tumores. "Reduce tiempo y coste", apostilla Quiñones-Hinojosa. "Podría ahorrar cientos de miles de dólares".

    Objetivo: preservar los vasos sanguíneos

    Tal es la confianza que el equipo de investigadores de Baltimore deposita en la tomografía de coherencia óptica, que además de apostar por su uso en la extirpación de tumores cerebrales, también plantean su papel en otros tipos de cáncer del organismo. Además, están trabajando en su combinación con otra técnica de imagen para «poder detectar los vasos sanguíneos y evitar así que los cirujanos puedan cortarlos». Hoy en día, comenta Ricardo Díez Valle, coordinador del área de Neurooncología de la Clínica Universidad de Navarra, los daños causados por la extirpación de tumores cerebrales tienen más que ver con los daños vasculares que con la afectación de tejido cerebral cicundante. Para esto no hay tecnología que ayude, «es el cirujano quien debe prestar especial atención, para evitar la pérdida de función

    FUENTE: El Mundo

martes, 16 de junio de 2015

«Nuestra tecnología favorece tratar un tumor del cerebro con fármacos»


«En Santiago hay un potencial muy elevado para desarrollar fármacos, desde las fases más tempranas y la síntesis química, hasta las plataformas de identificación de fármacos como la de Mabel Loza, o nuestro grupo dedicado a los nanomedicamentos», afirma Marcos García Fuentes, profesor de la Facultad de Farmacia. Es además investigador principal del grupo Nanobiofar, del Cimus, con María José Alonso y Noémi Csaba. El jueves fue ponente en el encuentro Cimus-Ciqus sobre la capacidad para producir nuevos medicamentos en la USC.

-¿En qué trabaja Nanobiofar?

-Somos sobre una treintena de investigadores. Estamos en el Cimus, pero podríamos estar también en el Ciqus, pues combinamos aspectos biológicos y químicos. Nos dedicamos al diseño de vehículos para el transporte de fármacos, para que sean más eficaces, que tengan menor toxicidad y que llegan con más eficiencia a su diana terapéutica.

-¿Cuáles fueron sus avances?

-Diseñamos un sistema intracraneal para liberar fármacos, que se ha revelado eficaz para mejorar el tratamiento del gliobastoma, un cáncer cerebral muy agresivo. Nos basamos en la variante de una molécula, la BMP, identificada y publicada por el grupo italiano de Angelo Vescovi en el 2006, porque tenía la particularidad de transformar células iniciadoras de gliobastomas altamente agresivas en células más benignas. El problema para administrar BMP en este tumor cerebral es su dificultad para atravesar la barrera sangre-cerebro. Además, la vida media de la BMP es de unos 5 minutos, era ineficaz.

-¿Qué innovó Nanobiofar?

-Ideamos un sistema de microesferas de plástico biodegradables, en las que es posible encapsular la BMP, para liberarla de forma controlada. Nuestra estrategia es utilizar estas microesferas como implantes intracraneales en pacientes afectados por gliobastoma, tumor que se caracteriza además por no responder a tratamientos convencionales.

-¿Cómo se administran esas microesferas en el cerebro?

-La idea sería depositarlas al operar el tumor, para que puedan liberar la proteína 2 o 3 meses en la zona afectada. Esta tecnología que desarrollamos en Santiago para poder tratar ese tumor del cerebro con fármacos es única, y combina una estrategia farmacológica y un vehículo de liberación muy avanzados.

-¿Cómo realizaron este trabajo?

-Comenzamos en el 2010, en Farmacia, y continuamos en el Cimus. En el 2012 la USC patentó el dispositivo de liberación, y en el 2014 publicamos el desarrollo del medicamento en Biomaterials, la mejor revista de biomateriales. Este año publicamos en Oncotarget datos que muestran la eficacia de nuestro medicamento en ratones, pero con tumores humanos implantados. Realizamos el estudio con investigadores del Instituto de Salud Carlos III, y los hospitales 12 de Octubre de Madrid y el CHUS.

-¿Qué aporta de nuevo el producto que idearon?

-Confirma que las micropartículas con BMP reducen el tamaño tumoral en modelos de células iniciadoras de gliobastoma, pero más importante es que disminuyen la malignidad del tumor. Eso abre perspectivas para una posible combinación con otras terapias convencionales.

«Nuestro producto reduce el tamaño del tumor y disminuye su malignidad»


FUENTE: La Voz de Galicia

Nanosensores fluorescentes para detectar células cancerígenas


Un proyecto de investigación de la Universidad de Granada y el Centro Genyo diseñará nanosensores fluorescentes capaces de detectar células cancerígenas y diagnosticar la enfermedad por la evolución metabólica de las células cancerígenas.
Científicos de la Universidad de Granada y del Centro de Genómica e Investigación Oncológica (Genyo) están desarrollando una plataforma nanotecnológica que permitirá diagnosticar diferentes tipos de cáncer a través de diminutos sensores fluorescentes y técnicas avanzadas de microscopía de fluorescencia multidimensional.
La reprogramación metabólica que presentan las células cancerígenas produce alteraciones en los niveles de ácido láctico y concentración de protones en la matriz mitocondrial, unos cambios que utilizará la investigación para la detección de la enfermedad.
Los investigadores de la Universidad de Granada María J. Ruedas Rama y Ángel Orte. UGR.
Al equipo de investigación de la Universidad se suma el grupo del doctor Miguel Martín Hernández, del centro Genyo, que ya cuenta con un modelo evolutivo tumoral capaz de diferenciar las células madre cancerígenas o iniciadoras de tumores de las células tumorales en estadios más diferenciados.
Los científicos diseñarán nanosensores fluorescentes capaces de discriminar diferentes estados metabólicos y cuantificar los cambios de pH de la matriz mitocondrial asociados a los mismos.
La plataforma de diagnóstico que plantea este equipo de investigadores utilizará una técnica de microscopía avanzada multidimensional que soluciona en gran medida muchas de las desventajas de métodos que existen hasta el momento y que adolecen de errores sistemáticos, según ha detallado Orte en un comunicado.
“Este proyecto podrá contribuir al desarrollo, a medio plazo, de nuevas estrategias de diagnóstico tumoral, avaladas por el potencial discriminatorio a nivel metabólico cuantitativo”, ha subrayado Orte, que ha adelantado que se ofrecerá así una plataforma de diagnóstico metabólico del cáncer que se podrá extender después a otro tipo de diagnósticos.
La Fundación Ramón Areces ha financiado en su última convocatorias de ayudas cuatro proyectos andaluces que recibirán más de 445.00 euros.


FUENTE: EFE

El talón de Aquiles de las células madre tumorales del cerebro


Algunas células madre tumorales del cerebro pueden tener un Talón de Aquiles. Investigadores de la Escuela de Medicina en la Universidad de Washington St. Louis, Estados Unidos, quienes han identificado un jugador clave en el proceso de mantenimiento de las células madre del cáncer, con la posibilidad de dirigirse a él para desequilibrar estas células.
"Este descubrimiento puede ayudar a atacar la raíz de algunos de los tumores cerebrales letales", destaca el autor principal, Albert H. Kim, profesor asistente de Cirugía Neurológica. "Un tratamiento exitoso para el cáncer de cerebro muy probablemente requerirá bloquear la capacidad de las células madre tumorales de sobrevivir y reponerse a sí mismas", apunta el autor de estos hallazgos, que se publican en la edición digital de este jueves de 'Cell Reports'.
Algunos tumores cerebrales son muy difíciles de tratar. Extirpándolos quirúrgicamente, golpeándolos con radiación o infiltrándoles medicamentos de quimioterapia, encuentran una manera de volver. La capacidad de muchos tumores cerebrales para regenerarse se puede remontar a las células madre del cáncer que evaden el tratamiento y estimulan el crecimiento de nuevas células tumorales.
Kim estudia el glioblastoma, una forma mortal de cáncer cerebral que cada año afecta a unos 18.000 personas en Estados Unidos. La duración media de la supervivencia después del diagnóstico es de 15 meses y sólo el 30 por ciento de los pacientes sobreviven más de dos años.
Los científicos se han dado cuenta en los últimos años de que algunas células cancerosas en glioblastomas y otros tumores son más resistentes al tratamiento que otras. Esas mismas células más desafiantes también son mucho mejores en el restablecimiento del cáncer después del tratamiento.
"Estas células madre tumorales son realmente el alma de cáncer, las células que dirigen e impulsan gran parte del daño causado por los tumores", explica Kim, que trata a los pacientes en el Centro de Cáncer Siteman en el Hospital Barnes-Jewish y la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington. Kim y sus colegas identificaron una proteína, conocida como SOX2, que está activa en células madre tumorales del cerebro y en las células madre saludables en otras partes del cuerpo.
Los investigadores encontraron que la capacidad de las células madre tumorales para hacer SOX2 podría aumentarse o bloquearse a través de otra proteína, CDC20.
El aumento de Sox2 elevando los niveles de CDC20 también incrementó la capacidad de crecer de un tumor una vez trasplantadas en ratones. La eliminación de CDC20, por su parte, dejó la as células madre tumorales sin poder hacer Sox2, reduciendo la capacidad de las células madre tumorales para formar tumores.
"La tasa de crecimiento de algunos tumores que carecen de CDC20 se redujo en un 95 por ciento en comparación con los tumores con niveles más típicos de CDC20", subraya Kim. Cuando los científicos analizaron muestras de tumores humanos, vieron que un subgrupo de pacientes con glioblastomas que tenían los niveles más altos de CDC20 también poseían los períodos más cortos de supervivencia después del diagnóstico.
El laboratorio de Kim está explorando métodos para bloquear CDC20 en los tumores cerebrales, incluyendo la interferencia de ARN, un enfoque en el que la producción de proteínas específicas se bloquea. Este planteamiento general está en los ensayos clínicos como una terapia para otros tipos de cáncer, infecciones virales y otras enfermedades.

FUENTE: infosalus.com

miércoles, 10 de junio de 2015

Cómo frenar con un fármaco el crecimiento de tumores cerebrales


Un estudio de la Unidad Multidisciplinar de Neurooncología del Hospital 12 de Octubre, en colaboración con el Instituto de Salud Carlos III, muestra cómo frenar el crecimiento de algunos tipos de glioblastoma, considerado unos de los tumores cerebrales más comunes.
En concreto, el estudio se basa en los efectos de un fármaco que detiene los mecanismos de activación de la proteína EGFR, que está implicada en la evolución de este tipo de tumor cerebral, con una mortalidad que se sitúa en torno a los 14 meses tras el diagnóstico.
Según explica el centro en un comunicado, el objetivo principal de la investigación es mejorar los tratamientos actuales del glioblastoma. Tras los buenos resultados previos, se abre la fase de investigación en humanos.
Para llevarla a cabo fue necesaria la extracción de células tumorales de los propios pacientes. Tras cultivarlas en el laboratorio, el tejido se implantó en ratones a los que se les trató con el fármaco.
Después de un periodo de estudio, se observó una disminución drástica del crecimiento tumoral en aquéllos que tenían la proteína EGFR muy activa por amplificaciones o mutaciones en el gen.
En base a estos resultados, publicados en la revista internacional Molecular Cancer Therapeutics, se iniciaron recientemente un ensayo clínico en humanos, que también se está desarrollando en otros centros sanitarios de España gracias a la colaboración del Grupo Español de Investigación en Neurooncología -GEINO-.
Aunque se estima la participación de 50 pacientes, el 12 de Octubre ya ha incluido nueve casos en los que había fracasado el tratamiento estándar con quimioterapia y radioterapia.
Oncólogos del Hospital 12 de Octubre señalan que las conclusiones definitivas del ensayo clínico se conocerán a primeros de 2016, pero ya se ha visto una reducción significativa del glioblastoma en algunos de los pacientes frente a otros en los que no se han producido ningún cambio. Ahora, los investigadores están buscando las diferencias genéticas en los casos que han respondido respecto a los demás.

LÍNEAS DE INVESTIGACIÓN EN TUMORES CEREBRALES
El centro explica que la Unidad Multidisciplinar de Neurooncología cuenta con un programa muy ambicioso en investigación de tumores cerebrales, que abarca desde la experimentación preclínica hasta el desarrollo y diseño de ensayos clínicos.
En este sentido, la unidad ha participado en el ensayo clínico fase III que ha demostrado que la aplicación de campos electromagnéticos junto a quimioterapia aumenta la supervivencia en glioblastomas.

FUENTE: infosalus.com

Identifican una conexión entre la longevidad de las células y el cáncer


Investigadores del IDIBAPS del Hospital Clínic y de la Universidad de Barcelona (UB) son los responsables del estudio.

Investigadores del IDIBAPS del Hospital Clínic y de la Universidad de Barcelona (UB) han liderado un estudio que ha revelado una conexión desconocida hasta ahora entre los cambios epigenéticos asociados a la maduración de los linfocitos y los observados en el cáncer.
La investigación, que publica hoy la revista Nature Genetics, ha demostrado que el proceso de envejecimiento celular y el cáncer comparten modificaciones similares en amplias regiones del genoma, lo que cuestiona los modelos actuales de la epigenética del cáncer.
El trabajo, dirigido por Iñaki Martín-Subero, investigador del Departamento de Anatomía Patológica, Farmacología y Microbiología de la UB y del IDIBAPS, ha analizado por primera vez el epigenoma durante la maduración celular de los linfocitos B, las células del sistema inmune encargadas de producir los anticuerpos, y ha proporcionado los mapas epigenéticos de cada paso de este proceso.
Martín-Subero ha explicado que en 2001, tras finalizar la secuenciación del genoma humano, los científicos vieron que conocer la secuencia completa del ADN no permitía comprender su función o cómo una misma secuencia genética podía dar lugar a los múltiples tipos celulares que componen el organismo. Por eso surgió el estudio del epigenoma, que es todo aquello que altera la expresión de los genes sin modificar la cadena de ADN.
La investigación dirigida por Martín-Subero ha profundizado en los procesos epigenéticos que tienen lugar durante la maduración de los linfocitos B de la sangre y demuestra que el epigenoma humano es mucho más dinámico de lo que se creía porque en el proceso de maduración normal de estas células cambia un 30% del epigenoma, lo que afecta a varios millones de regiones del genoma.
"Esta puede ser la clave para que un solo genoma pueda generar la gran cantidad de células con funciones diferentes que componen nuestro organismo", ha señalado Martín-Subero.
El estudio también revela que, a diferencia de lo que se creía hasta ahora respecto a la metilación del ADN, el principal mecanismo epigenético, solo una pequeña proporción de los cambios en el grado de metilación tienen que ver con la expresión de los genes.
Según Martín-Subero, "parece que la metilación es la que imprime en el ADN la historia de las células desde su origen en la célula madre hasta que están totalmente diferenciadas. Nos habla de qué regiones del genoma tienen funciones esenciales para la maduración de los linfocitos, de cuánto han proliferado durante este proceso y también de su edad celular".
Esta nueva investigación ha revelado que más de la mitad de los cambios epigenéticos que se creían específicos de las células tumorales se observan ya en células de la sangre de larga vida.
"Hemos encontrado una firma epigenética en los linfocitos de larga vida que anteriormente solo se asociaba a las células del cáncer. Este trabajo propone un nuevo modelo integrador en el cual la longevidad celular, tanto si ocurre en el contexto del cáncer, del envejecimiento o de células sanas se asocia con características epigenéticas similares", ha explicado Martín-Subero.
En este trabajo han participado laboratorios de Barcelona, Madrid y Pamplona e investigadores de instituciones de Alemania, Francia, Holanda, Reino Unido, Estados Unidos y Corea del Sur.
Para poder descifrar cómo cambia el epigenoma a medida que los linfocitos maduran, la participación del Centro Nacional de Análisis Genómico (CNAG) de Barcelona ha sido esencial.
Según el director del CNAG, Ivo Gut, "este estudio ha requerido la aplicación de técnicas avanzadas de secuenciación masiva y el desarrollo de nuevos métodos de análisis".
La investigadora de la UB Marta Kulis ha comentado que el análisis de los datos ha sido un auténtico desafío: "Hemos trabajado durante 3 años para realizar los experimentos y extraer toda la información contenida en la enorme cantidad de datos generados".
Según los investigadores, el estudio abre nuevos horizontes en el estudio de las células del sistema inmune, el envejecimiento y el cáncer y ofrece a la comunidad científica una nueva herramienta con implicaciones tanto en investigación básica como traslacional.
El director de Investigación del Hospital Clínic y catedrático de la UB, Elias Campo, ha subrayado que "la mayor contribución de este trabajo es que proporciona una nueva visión que relaciona la maduración celular normal y el cáncer y que cambia nuestra manera de percibir el epigenoma de esta enfermedad".

FUENTE: La Vanguardia