La teoría suena a música celestial.
Hace más de un siglo, unos pocos médicos observaron que la leucemia de algunos
de sus pacientes desaparecía después de que fueran infectados de manera natural
por algún virus. Estas remisiones espontáneas, desgraciadamente anecdóticas en
un planeta con 14 millones de nuevos casos de cáncer al año, engordaron un
sueño a lo largo del siglo XX: modificar genéticamente virus para que atacaran
y destruyeran solo a las células tumorales, multiplicándose en ellas y, por lo
tanto, realimentando el tratamiento hasta acabar por completo con el cáncer.
La realidad está siendo mucho menos
hermosa, como ha quedado claro en el primer congreso de la recién creada Red
Española de Adenovirus, celebrado esta semana en Madrid. Los adenovirus están
por todas partes: causan resfriados y diarreas, pero sus características los
hacen versátiles para el sueño de destruir el cáncer. “Son relativamente
fáciles de producir en grandes cantidades y su genoma es grande, con sitio para
introducir los genes que te interesen”, explica Carmen San Martín,
investigadora del Centro Nacional de Biotecnología y coordinadora de esta red
con 10 grupos científicos independientes. “Podemos modificar los adenovirus
para que actúen como biomedicinas contra algunas enfermedades”, subraya.
La bióloga Marta Alonso explora esa
estrategia, todavía muy experimental. Trabaja en un frente implacable, el de
los tumores cerebrales infantiles, los más letales en niños. A finales de año
comenzará un ensayo clínico con adenovirus modificados para atacar el glioma
difuso de tronco encefálico. “Son casos muy desgarradores. Actualmente, los
niños con estos tumores se mueren en nueve meses”, lamenta.
Sus primeras pruebas son
moderadamente esperanzadoras. Otro ensayo con 30 adultos con gliomas ha
ofrecido algunos resultados positivos. “No hemos detectado ninguna toxicidad,
como mucho un poco de fiebre. Hay que coger los datos con pinzas, porque
todavía es muy pronto, pero hemos observado que el 10% de los pacientes
responde al tratamiento con adenovirus modificados. Parece poco, pero es mucho.
El pronóstico de los gliomas normalmente es la muerte. La esperanza de vida de
los adultos con glioma es de 14 meses”, detalla la bióloga, de la Clínica
Universidad de Navarra.
En algunos casos, anecdóticos, los
tumores cerebrales se han reducido “considerablemente”. El equipo de Alonso
trabaja para iluminar estas batallas victoriosas a nivel molecular. Una de sus
hipótesis es que, en ocasiones, “el virus cae como una bomba y hace que el
propio sistema inmune del paciente empiece a reconocer el tumor”.
El biólogo Ramón Alemany lleva 20
años intentando materializar el sueño de los adenovirus contra el cáncer. Tiene
los pies en el suelo. Recuerda que, pese a décadas de investigación, en todo el
mundo solo se ha aprobado un tratamiento con adenovirus y fue en China, en
2005, contra el cáncer de cabeza y cuello, causado principalmente por el
consumo de tabaco y alcohol. Desde entonces, nada. “Y la eficacia de ese
fármaco ni siquiera está demostrada según los criterios europeos y
estadounidenses”, apunta Alemany, del Instituto Catalán de Oncología, en
Barcelona.
El investigador enumera los
obstáculos: los adenovirus muchas veces no llegan al tumor de manera eficiente
y, a menudo, las defensas del organismo neutralizan al virus antes de que
dispare una respuesta contra el cáncer. El enemigo es gigantesco. Sin embargo,
Alemany obtiene buenas noticias de vez en cuando. Su adenovirus modificado
Icovir-5 ha servido desde 2005 para tratar de manera experimental a 20 niños
con neuroblastoma, el segundo tumor sólido infantil más común. Utilizando
células de la médula ósea de los propios niños extraídas e infectadas con el
adenovirus, como un caballo de Troya, el tratamiento ha obtenido una respuesta
positiva en cinco de los chavales. Uno de ellos lleva 10 años sin cáncer.
Alemany pide frenar el optimismo.
Otro de sus adenovirus modificados, el Icovir-17K, se ha probado en 24
pacientes adultos, la mitad con cáncer de colon y la otra mitad con tumores en
el páncreas. Se trata de virus solo, sin caballos de Troya, pinchado en vena.
“Vemos respuestas parciales, pero ninguna remisión, como sí ocurrió con los
niños. A día de hoy no podemos concluir que nuestro virus esté aportando
beneficio clínico”, admite. “El 99% de los fármacos experimentales contra el
cáncer de páncreas han fallado”, advierte.
La bioquímica Cristina Fillat, que
investiga en ratones algunos adenovirus modificados con potencial contra el
cáncer de páncreas, es más optimista. Fillat, del Instituto de Investigaciones
Biomédicas August Pi i Sunyer de Barcelona, destaca que hace solo unos meses la
UE y EE UU aprobaron el primer virus oncolítico, el T-VEC. No es un adenovirus,
sino un virus del herpes labial modificado genéticamente para detener la
progresión del cáncer de piel más agresivo, el melanoma. El virus penetra y se
multiplica en las células tumorales, que explotan y liberan sustancias que
activan las defensas del organismo. Los pacientes con melanoma avanzado que
reciben T-VEC viven una media de 41 meses, frente a los 21 meses de los que
reciben un tratamiento de control.
Fillat cree que la aprobación del
T-VEC es un espaldarazo a los investigadores del adenovirus. Para Alemany, el
futuro pasa por combinar la acción de los virus oncolíticos con la
inmunoterapia, como los anticuerpos monoclonales, creados en laboratorio, que
se adhieren a las células tumorales y atraen la atención de las defensas del
organismo.
FUENTE: El País
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