Óscar Prieto todavía recuerda cómo
fue solo a recoger los resultados de la resonancia. Con el traje de abogado
todavía puesto, al salir de su despacho, pensó que sería un trámite rápido.
Veinte minutos y listo. Tenía sólo 29 años. Hacía seis meses que había fundado
su propio bufete con otros socios, pero poco sospechaba aquella tarde de
octubre que estaba a punto de cambiar su vida.Los veinte minutos previstos se
alargaron lo suficiente para que el médico le dijese que sus fuertes dolores de
cabeza estaban causados por «dos bolitas» en el cerebelo. «Tenemos que
intervenirte. Ingresas mañana». Boom.La siguiente escena de esta película con
final feliz muestra a Óscar recorriendo en camilla los pasillos del Hospital
Clínico de Madrid rumbo al quirófano. «Siempre he sido bastante optimista, así
que a pesar del shock inicial pensaba que, después de todo, tenía suerte de que
me pudiesen tratar», cuenta a EL MUNDO.Y eso que todo lo que había leído en
internet sobre el cáncer cerebral «tenía una pinta malísima». El problema, como
admite el doctor Juan Manuel Sepúlveda, portavoz de la Sociedad Española de
Oncología Médica (SEOM), es que el cáncer cerebral agrupa varias enfermedades
diferentes, en función del tejido y las células donde se le origina, y hacer
generalizaciones es difícil.Los apellidos del tumorCuando Óscar se operó, su
enfermedad aún no tenía esos apellidos que permiten afinar mejor el pronóstico
de cada paciente. En su caso, los resultados de Anatomía Patológica hablaban de
un meduloblastoma que, como explica el doctor Sepúlveda, son tumores más habituales
en la infancia. Sólo el 20% de los pacientes diagnosticados con este tipo de
cáncer cerebral son adultos.De hecho, admite el especialista del Hospital 12 de
Octubre de Madrid, aunque se trata con una combinación de quimio y radioterapia
después de la cirugía, «conocemos menos el tratamiento que en el caso de los
niños». Eso sí, añade a continuación, es un tumor con mejor pronóstico que
otros tipos de cáncer cerebral y hasta el 75% de los pacientes puede llegar a
alcanzar la curación.Es el caso de Óscar. A la cirugía siguieron, varios días
en la UCI, dos semanas ingresado y, poco después, varios meses de quimio y
radioterapia. «Esto último fue casi peor que la quimioterapia, porque la
radioterapia craneal es muy compleja, tiene que ser muy precisa, para que no se
radien los tejidos vecinos», explica. «Te ponen una máscara especial, tienes
que estar muy quieto, sin respirar apenas... Todo ello me exigió una gran
fortaleza mental».Hablar de cáncer cerebral supone en realidad hablar de varias
enfermedades diferentes; en función del área del cerebro en la que aparezca el
tumor o el tipo de células en las que se origina la enfermedad. Como explica el
doctor Sepúlveda, el más frecuente (y también el más agresivo) de todos ellos
es el glioblastoma, que representa el 40% de todos los tumores cerebrales.
Este tipo de tumor cerebral tiene
una incidencia de siete casos por 100.000 habitantes al año y, a pesar de lo
mucho que ha avanzado el conocimiento sobre su comportamiento, la supervivencia
no ha logrado superar en los últimos años los 14 meses de media.Como explica el
doctor Sepúlveda, sólo el 20% de estos pacientes se puede operar completamente
en el momento del diagnóstico de la enfermedad, normalmente tras la aparición
de algunos síntomas neurológicos sospechosos (cefaleas, parálisis facial...).
«Otro 60% sólo se puede operar parcialmente y en el 20% de los casos sólo es
posible hacer una biopsia». Y como ocurre en la mayor parte de tumores, cuanto
más y mejor se puede operar, mejores son las perspectivas para el paciente.Hace
unos años, la quimioterapia y la radioterapia se administraban una a
continuación de la otra, pero los ensayos clínicos han ido demostrando que
cuando ambas se aplican conjuntamente el resultado mejora. Aún así,
desgraciadamente, como explica el especialista español, estas terapias apenas
logran retrasar unos meses una nueva recaída «porque las células del
glioblastoma suelen infiltrar los tejidos y no es posible eliminarlas
completamente en el momento de la cirugía».A pesar de que cada día se conocen
mejor sus mecanismos de señalización y vías genéticas, los distintos ensayos
clínicos que se han llevado a cabo (bloqueando proteínas, cortando el
suministro de nutrientes, utilizando virus a modo de taxi...) acaban en
fracaso. En los próximos meses, explica el doctor Sepúlveda, se conocerán los
resultados de un ensayo internacional que trata de utilizar una vacuna a modo
de inmunoterapia.Otro tipo de tumores cerebrales, diferentes del glioblastoma,
tienen un pronóstico un poco más esperanzador. Es el caso del
oligodendroglioma, «muy bien conocido a nivel molecular» y que responde bien a
la combinación de quimio y radioterapia. Y finalmente, después del ya
mencionado meduloblastoma, el que le tocó a Oscar, (que ocuparía el tercer
lugar en incidencia), el doctor Sepúlveda menciona el astrocitoma de bajo
grado, «un tumor de crecimiento lento y que la neurocirugía consigue extirpar
cada vez de manera más precisa».Durante todo el tiempo transcurrido desde que
le diagnosticaron el cáncer hasta el momento actual, incluidas las difíciles
curas de las dos cicatrices que todavía pueden verse en su cabeza, Óscar
destaca el papel fundamental de su familia. «Tú estás alterado
psicológicamente, te cambia el carácter, estás irascible... Ellos tienen que
tener mucha mano izquierda», reconoce.En este largo viaje de ocho años, Óscar
ha dejado aparcada su carrera como abogado y algo de memoria («a veces me
tienen que repetir las cosas porque no me entero»), pero a cambio ha ganado una
carrera como activista. Al año de terminar los tratamientos, entró por primera
vez en una reunión de pacientes con cáncer y salió como presidente de ASATE, la
Asociación de Afectados por Tumores Cerebrales en España. Desde ASATE son
conscientes de que tienen una misión difícil, atraer a pacientes que, en su
mayoría, tiene un mal pronóstico y, si logran superarlo, no quieren saber nada
más de ese mal sueño llamado cáncer. Pero como dice Óscar, «si quieres cocinar,
lo mejor es que te enseñe un cocinero», y por eso centran todos sus esfuerzos «en
que los pacientes cuenten con un sitio donde alguien que ha pasado por lo mismo
que ellos les pueda explicar lo que les va a suceder». Atención psicológica,
información sobre ensayos clínicos, rehabilitación neurológica para las
secuelas de los tratamientos... «A veces, tan encantados como los propios
pacientes lo están sus familias».Óscar es consciente de que es un privilegiado,
«híper afortunado», pero atribuye su fortaleza mental a su carácter optimista:
«Creo que en el cáncer es muy importante cómo enfoques tu enfermedad».
FUENTE: El Mundo
No hay comentarios:
Publicar un comentario